martes, 6 de noviembre de 2007

Cuento policial a partir de tres imágenes dadas


A pedido de Paula publico la historia de este trabajo

Capítulo 1: La historia

-Sergei Petrov es un hombre peligroso y astuto, debemos ser cuidadosos al seguirlo y observarlo.

-Lo sé, dije… sus costumbres son las más extrañas que vi en mi vida, se levanta a las cinco de la mañana todos los días y va a dar una vuelta por el museo hasta las diez aproximadamente; a partir de ahí come en una pizzería, en la mesa 5 dando hacia adentro. Como dijiste, es astuto, no se acerca a las ventanas y usa todos los puntos de reflejo para mirar detrás de él. Al terminar su almuerzo vuelve al albergue y no sale hasta el día siguiente.

- Fue bien entrenado…

-Claro, era del servicio de inteligencia de la U.R.S.S., era de esperarse.

-Pero… no entiendo cómo se metió en el negocio de la droga.

-Bueno… en una misión encubierta en París, mató a tres hombres que según él lo estaban atacando y la policía del lugar no le creyó, y la U.R.S.S. por miedo de que descubran su organización secreta, no lo ayudó. Luego de pasar 15 años en la cárcel escapó mediante un ingenioso plan que los investigadores aún no pueden descifrar. Más tarde se mudó a Nueva York donde la U.R.S.S. no podía pedir una orden de arresto, ya que E.E.U.U. y el gobierno soviético estaban en la denominada “guerra fría”, en la que aunque no hubo enfrentamientos, hubo amenazas nucleares… pero ese no es el punto. Allí en Nueva York se integró en el crimen organizado como traficante. Cuando se disolvió la Unión Soviética, hubo un pedido de captura de Sergei para los Estados Unidos. Tuvo que escapar a Venecia, un lugar que conocía bien debido a su servicio.

-Una fascinante historia, me dije para mis adentros. La historia que mi compañero me había relatado, no parecía concordar con el aspecto del hombre que observaba durante la noche. ¿Sigue siendo parte del crimen organizado? le pregunté.

-Una vez que estás dentro, nunca puedes salir.

Capítulo 2: El Diablo reclama

La rutina del desalineado hombre era exasperante. La seguía al pie de la letra. Excepto aquel día en el que la rutina se desplomó:

Bill había salido por alimentos y yo estaba solo en la habitación. Lentamente la temperatura del lugar fue aumentando, no le di importancia hasta que el humo comenzó a filtrarse por debajo de la puerta. Me levanté y fui hasta el pasillo donde me encontré con la escena de un lugar que parecía reclamado por el demonio. El lugar se caía a pedazos debido a las llamas… salí a duras penas.

Al parecer el incendio fue intencional, y la policía salió en la búsqueda de pistas ni bien esto fue dicho. Mientras, yo ingresé a las ruinas a ver si algún objeto se había salvado. Cerca del cuarto encontré un pedazo de la cinta de vigilancia.

Cuando amaneció fui a un negocio de electrónica y con un proyector busqué imágenes de la cinta que estuvieran en buen estado. Ya había perdido mis esperanzas cuando encontré una imagen donde se divisaban unas piernas. Traté, pensé, me esforcé al máximo para extraer toda la información que contuviera, pero me di por vencido al darme cuenta de que era inútil. Pero al darle un rápido vistazo al retirarme, noté una irregularidad… bueno dos: primero que el hombre (o mujer) tenía una pierna más corta que la otra, y segundo que el hombre (o mujer) se dirigía a un extremo de la calle sin salida. Salí a la carrera hacia la calle sin salida pensando esperanzado por dar con algún progreso.

Llegué al lugar y las esperanzas se derrumbaron, no había más que una pared al final. Antes de irme di una revisión a ojo rápida y al hacerlo vi una alcantarilla. La abrí y bajé luego de desenfundar mi Bereta (un tipo de pistola semiautomática) y encender la linterna. Al bajar por la escalera descubrí en un paquete pegado a la pared, un cuadro con mariposas disecadas, luego contaré qué fue de él. Lo guardé bajo mi brazo y continué bajando hasta llegar a un conducto de las cañerías suficientemente grandes como para caminar por ellas. En el piso se encontraban huellas de zapatos. Noté que uno de los pasos era más largo (los de un lado) y a los del mismo lado estaban torcidos hacia afuera. Llegué hasta un lugar en donde unas rejas no dejaban pasar sino a animalejos pequeños, por lo que subí en la última alcantarilla. Al subir me encontré junto a una calle marítima, anoté la dirección y me fui al lugar donde me hospedaba por el momento.

Ya en la habitación traté de dormir, pero las pocas pistas revoloteaban en mi cabeza. Salí sin despertar a Bill para aclarar el asunto y llegué al callejón. Al observar detenidamente la alcantarilla divisé un destello, me agaché y recogí un reloj de bolsillo que consideré suficientemente importante como para volver a investigar.

En la posada desarmé el reloj dando con una nota que decía: 5-0-7-9-4-1-8-4-5. Traté con todas las combinaciones posibles (teléfonos, direcciones, coordenadas, etc.) hasta que al ver mi libreta todo encajó: era la fecha y horario de entrega (5/07/94 y 18:45 horas).

Luego investigué con la vista el cuadro y al abrirlo me encontré con una grata sorpresa: bolsas con cocaína. Observé las mariposas, debía haber alguna conexión. Con gran emoción me levanté de un salto, ¿dónde se podían encontrar mariposas disecadas si no en un museo? Como ya había amanecido llamé a todos los museos que aparecían en la guía telefónica preguntando por las mariposas, y en el único lugar donde se encontraban era en un museo instalado a cincuenta metros de la alcantarilla por donde había salido.

Al despertar a Bill le conté toda la historia, su cara desbordaba de felicidad sin siquiera hablar, hasta que lentamente se transformó en un rostro pensativo y preguntó:

-¿Qué día es hoy?

-Hoy es cinco de... – me pegó en la frente como mujer ofendida, hoy se hacía la entrega. Llamé a la policía para avisarles e idear un plan.

A la tarde Bill y yo nos encontrábamos disfrazados dentro del museo y la policía afuera.

Frente a los ejemplos de animales e insectos disecados se encontraban tres hombres… uno de ellos era Sergei.

-¿Los arrestamos ahora? - le pregunté.

-No, debemos esperar a qué se efectúe la venta.

Cuando la transacción terminó, se dio la señal, y el operativo se puso en marcha.

De tal magnitud fue, que parecía que el lugar se derrumbaba.

Luego de haber procesado a los hombres, volví a mí país sin volver a saber de Bill ni de Sergei.

1 comentario:

paula luna dijo...

Gracias por tu publicación. Es tan buena que debe ser leída por todos.
Paula Luna